¿Qué puede suponer el trabajo a distancia o teletrabajo para las mujeres en general, y para las que tienen discapacidad en particular?

Patricia Sanz Cameo, patrona de la Fundación CERMI Mujeres
Patricia Sanz Cameo, patrona de la Fundaci?n CERMI Mujeres

Aunque no son sinónimos, desde hace unos meses con frecuencia escuchamos hablar (o lo hacemos en primera persona), de trabajo a distancia o teletrabajo, siendo el primero la modalidad (exclusiva o combinada con trabajo presencial) a la que se puede acoger una persona trabajadora, y el segundo lo determina el uso intensivo de la tecnología para su desarrollo.

Desde mi punto de vista, el trabajo a distancia es una buena opción para todas las personas trabajadoras cuyas funciones laborales posibilitan acogerse a esta modalidad, siempre que se den dos circunstancias: que se aplique de forma combinada con el trabajo presencial, y que se acojan a él un porcentaje equilibrado de trabajadoras y trabajadores de la misma empresa.

En el primer caso, la combinación del trabajo a distancia con la presencia en el lugar de trabajo habitual, permite que una persona trabaje uno o varios días a la semana desde el lugar acordado previamente con la empresa, y mantener una interacción presencial en el entorno laboral, aportando esto último valor “social” al desempeño del puesto de trabajo propiamente dicho, pues el intercambio de impresiones espontáneas cuando compartes un espacio físico, y el disfrute de momentos más distendidos con los compañeros/as de trabajo, no resulta posible cuando trabajas alejado de ellos/as.

En el segundo caso, el vigente Real Decreto regula el trabajo a distancia cuando éste ocupa al menos el 30% de la jornada durante un período mínimo de tres meses continuados, y el riesgo reside en que esta opción se aplique con sesgo de género, como sucede todavía con los permisos parentales, los vinculados con el cuidado de menores o de mayores dependientes, las reducciones de jornada, etc., de forma que a medio y largo plazo se traduzca en una mayor “ausencia presencial” de las mujeres del “paisaje laboral”, porque si bien seguirán trabajando, lo harán desde sus domicilios en mayor medida que sus compañeros, alejándose de los grupos naturales de relación que se forman cuando varias personas trabajan físicamente juntas, y esto puede suponer un sesgo negativo para ellas en las promociones laborales y en su designación para puestos de confianza, pues ante perfiles similares, quien debe decidir posiblemente se incline por la persona a la que tiene más presente por existir mayor coincidencia presencial.

Es decir, el trabajo a distancia es una buena alternativa para muchas personas, siendo su aplicación desigual con sesgo de género lo que puede provocar desigualdades a medio y largo plazo, que una vez más incidan negativamente en la carrera profesional de las mujeres.

Y nuevamente, esto puede afectar más a las mujeres con discapacidad que tienen actividad laboral, pues su alejamiento físico del entorno laboral reduce la convivencia con los demás compañeros/as, y si la discapacidad no está presente en una empresa, corremos el riesgo de olvidar la importancia de eliminar determinadas barreras. Asimismo, es imprescindible garantizar que las herramientas y plataformas tecnológicas que utiliza una empresa sean accesibles para las trabajadoras con discapacidad, pues de lo contrario, la persona que hasta ese momento realizaba su trabajo correctamente, deberá sortear obstáculos ajenos a su capacidad que incidirán negativamente en la calidad del trabajo que realiza, lo que puede hacer peligrar la renovación de su contrato.

Para finalizar, deseo compartir una reflexión, relativa a cómo puede influir en la educación de los actuales niños y niñas, ver que son mayoritariamente sus madres quienes se acogen a la fórmula del trabajo a distancia, y por tanto a quienes se encuentran siempre cuando regresan a casa al salir del colegio, y quienes van a buscarles habitualmente porque al trabajar en casa les queda más cerca el centro escolar. ¿Supondrá esto cierta vuelta a los roles familiares del siglo XX?

En definitiva, la combinación de trabajo a distancia y presencial es una buena opción para muchas personas, y la tecnología lo hace posible siempre que sea accesible para todos/as, debiendo velar para que su aplicación sea adecuada y equilibrada desde la perspectiva de género. ¡Hagámoslo posible!