Saludos a todo el colectivo Mujer y Discapacidad.
Agradezco esta oportunidad para reflexionar sobre los temas que nos afectan, a todas las mujeres y de forma especial a nosotras, las mujeres con discapacidad.
Hay muchas cuestiones que nos preocupan y sobre las que ya trabajamos y tendremos que seguir trabajando de forma intensa.
Todo nace de los derechos humanos, de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y más específicamente de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad que, en 2017, España ratificó.
Las mujeres con discapacidad exigimos trabajo, vivienda, educación…todos los derechos básicos que todavía no hemos alcanzado en igualdad y que hoy más que nunca tenemos que seguir reivindicando con fuerza.
Pero quiero centrarme en dos conceptos que nos afectan especialmente y sobre los que voy a reflexionar, desde el conocimiento del colectivo de mujeres al que pertenezco y, por supuesto desde mi propia experiencia como mujer con discapacidad: el empoderamiento y los cuidados.
De lo primero que quiero hablar es de la toma de poder de cada mujer respecto a sí misma y a su relación con el mundo. Lo conocemos como empoderamiento, y tiene muchos matices, según se apliquen a la diversidad de cada mujer y su entorno. El “colectivo” de mujeres con discapacidad no es tal, sino mujeres diversas, con distintas maneras de relacionarse con el mundo, con características específicas, pero con un denominador común: su valía como personas, que se ha de reivindicar bajo ese paradigma del “empoderamiento”.
Para mí y, en general, supone tener la capacidad y la información suficiente para reflexionar, y que el resto, la sociedad tengan en cuenta nuestras opiniones y las respeten como otra más.
Es importante expresarnos pero mucho más que se nos escuche y que se actúe.
En estos últimos años han ido surgiendo espacios para nosotras en varios foros. Aquí en CERMI Mujeres, también, en mi caso, en la Red Estatal de Mujeres de la Confederación Salud Mental España. Vuelvo a repetirlo, se nos tiene que oír, tanto en los espacios más específicos como en cualquier otro del que formemos parte.
Aún recuerdo, hace ya unos años, mi primera participación en la Estrategia de Salud Mental, del Ministerio de Sanidad, en Madrid. Acompañaba al que en esos momentos era presidente de SME, José Mª Sánchez Monge. En esa reunión participaban muchos expertos: gestores, psiquiatras, funcionarios… La mía fue una participación corta, pero quedó claro que también yo era “experta” por mi experiencia en primera persona.
Es decir: nuestro testimonio es tan valioso como cualquier otro, a menudo aún más.
Quisiera unir este concepto, nuestro de empoderamiento, con otro que nos rodea constantemente: los cuidados. A menudo mujeres que tienen reconocida cualquier tipo de discapacidad realizan cuidados a los demás: padres, hermanos, pareja, hijos, etc. A mí me gustaría que esta sociedad que parece haber descubierto ahora con la crisis sanitaria del Covid 19, que los cuidados en casa, los apoyos personales, la atención directa, de tiempo y de presencia son importantes y necesarios para la salud mental y física, valorara el papel de la mujeres con discapacidad, en este sentido, en su justa medida. Sin esos cuidados no existe sociedad y menos eso que llamábamos “sociedad del bienestar”.
Pero quiero ir más allá y enlazar esos cuidados que procuramos y que nos dan, con los objetivos adoptados por la Asamblea General de la ONU para el desarrollo sostenible dentro de la Agenda 2030, un plan de acción a favor de las personas, el planeta y la prosperidad.
Dar y recibir cuidados puede englobarse perfectamente en el Objetivo número 3 de esa Agenda: “Salud y Bienestar”, que desarrolla el concepto de “bienestar” aplicado a muchas facetas de la vida incluyendo la parte física y mental.
Creo que este concepto tendremos que seguir desarrollándolo.
Mientras seguimos luchando por la igualdad plena y por lograr que todas las mujeres con discapacidad alcancen los derechos recogidos en la Convención de la ONU, no debemos descuidar la reivindicación diaria de nuestro propio poder personal, en nuestro día a día, así como el reconocimiento social de nuestra valía como protagonistas de los cuidados y miembros activos de esta sociedad de la que formamos parte.
Me despido esperando que sigamos avanzando juntas y que la discapacidad, del tipo que sea, o de la manera que la entendamos no nos frene.
Salud y suerte.