El concepto de sororidad parece de nuestra época, pero yo creo que es tan antiguo como la vida en la Tierra y creo o imagino que las mujeres somos las que lo hemos ido cultivando y desarrollando, porque nos ha asegurado la supervivencia en tiempos hostiles y sigue siendo valioso en los actuales.
Uno de mis recuerdos infantiles más recurrentes es la imagen de mi abuela y sus vecinas, sus amigas y familiares más cercanas reunidas junto al fogón contándose sus historias, riendo y compartiendo noticias, bromas, consejos y recetas.
Quiero y espero que esta columna en el boletín Generosidad de la Fundación CERMI Mujeres nos sirva a todas para hacer esa rueda, que ya no es al calor del fuego, sino al calor de las redes. Una rueda mucho más amplia en la que se integren mujeres de todos los continentes, para hacer valer su condición y su solidaridad sin atenuantes con y sin discapacidad.
De esa forma, podremos ser más seguras y fuertes para seguir avanzando y creciendo, colaborando entre todas para superar cada día los nuevos desafíos, dolores y alegrías de la vida, que es más intensa cuando se puede compartir.