La loca. Esto es lo que les ha faltado decir a muchos medios de comunicación cuando han informado de la segunda detención de Noelia de Mingo, condenada a un máximo de 25 años de ingreso hospitalario en la cárcel de Fontcalent por el asesinato de tres personas en la Fundación Jiménez Díaz, donde trabajaba.
Lo más fácil siempre es etiquetar. He leído varias noticias sobre este caso. Todas incurren en lo fácil: que si tuvo un brote psicótico, que si estaba fuera de sí, que si salió a los cuatro años de ser condenada… pero ninguno de los medios ha profundizado con seriedad en lo que implica la enfermedad mental que tiene esta mujer: esquizofrenia. Una enfermedad que, según la Confederación de Salud Mental España, desarrollará el 1% de la población a lo largo de su vida.
Según los datos recogidos por esta organización en una magnífica ‘Guía de estilo sobre salud mental para medios de comunicación’, 1 de cada 4 personas tendrá un trastorno mental a lo largo de su vida, el 12,5% de todos los problemas de salud mental está representado por los trastornos mentales, una cifra mayor a la del cáncer o los problemas cardiovasculares, entre el 35% y el 50% no recibe ningún tratamiento o no es el adecuado. Y otro dato, los problemas de salud mental serán la principal causa de discapacidad en el mundo en 2030.
Ninguno de los medios que he consultado ha profundizado en la falta de medios que existen en este país destinados a la salud mental, una de las grandes olvidadas y que, cuando se analicen en un futuro las consecuencias de la pandemia, dará mucho que hablar.
El peligro de este tipo de informaciones protagonizadas por personas con problemas de salud mental es estigmatizar a un colectivo que tiene más miedo de sí mismo que del resto del mundo. ¿Cuántas personas diagnosticadas de enfermedades mentales hay en España? De ese número ¿cuántas han sido más un peligro para los demás que para sí mismas? ¿Cuántas han sido condenadas por delitos graves contra la integridad física de alguien?
De hecho, la Organización Mundial de la Salud considera que la enfermedad mental no predispone a la violencia. La Confederación de Salud Mental España señala que es un mito que las personas con problemas de salud mental sean violentas. “De hecho”, apunta en la guía antes mencionada, “ocurre en más ocasiones que las personas con problemas de salud mental son víctimas de agresiones, malos tratos y abusos que responsables de cometer actos violentos”.
Pero no. Lo fácil es quedarse en la superficie. Lo fácil es decir "está loca". Lo fácil es condenarla por su locura, no condenar a un sistema que dejó sus cuidados y vigilancia en manos de su madre, una mujer mayor, ahora octogenaria, un sistema que deja de lado la salud mental, que invierte tan poco que los profesionales que hay no dan más de sí. Solo quienes pueden pagarlo acuden a una consulta privada.
¿Alguien se ha preguntado cómo le afectó el confinamiento? Mucho se está hablando de ella, pero poco de las circunstancias. Si a cualquiera que goce de buena salud mental el confinamiento y esta maldita pandemia le ha afectado, qué no habrán soportado muchas personas que tienen una enfermedad mental. No estoy disculpándola, me he parado un momento y me he hecho esta pregunta.
Los medios de comunicación deberían ser muy cuidadosos a la hora de llevar a los titulares a personas con enfermedades mentales, y especialmente cuando se trata de mujeres, que sufren una doble discriminación, por su sexo y por su discapacidad. Porque de siempre las mujeres hemos tenido y seguimos teniendo que soportar el sambenito de la locura, la histeria, la maldad. Ya está bien.
Los medios de comunicación deberían huir del sensacionalismo, los estereotipos y el sesgo. Como indica la excelente ‘Guía de la discapacidad para profesionales de los medios de comunicación’: “La imagen de la discapacidad que forjan los medios de comunicación contribuye a transformar la actitud de quien la recibe; si se manejan estereotipos o clichés, estos permanecerán intactos en los receptores”. Intactos.