Ponencia de Beatriz Sancho, periodista social

La diversidad es un concepto que, aunque est&aacute; definido escuetamente en los diccionarios y tan ampliamente comentado, estudiado y amplificado en manuales, investigaciones, por entidades especializadas, por organismos internacionales&hellip; podr&iacute;a extenderse, si no al infinito, casi a lo inabarcable, es un discurso pr&aacute;cticamente inagotable. El otro d&iacute;a reflexionaba sobre la diversidad para abordar esta presentaci&oacute;n, y siempre desde mi propia perspectiva, perm&iacute;tanme aclararlo, ca&iacute;a en la cuenta de que aplicada solo a los seres humanos individuales, y sin considerar subclasificaciones, que f&aacute;cilmente podr&iacute;an acabar en progresiones aritm&eacute;ticas, si no geom&eacute;tricas, que nos encontrar&iacute;amos, al menos, ante m&aacute;s de 7 millones 400 mil tipos de diversidad, una, por cada ser humano que puebla la Tierra. Sin embargo, en este af&aacute;n nuestro por comprender, teorizar, abordarlo todo verbalmente, tendemos a realizar estas subdivisiones, nuestras propias cuentas, para poder manejarlo a trav&eacute;s de datos que al final nos resumen, pr&aacute;cticamente, en unos y ceros, en informaci&oacute;n, cuando precisamente la diversidad debiera ser tratada justo del modo contrario. Aunque el prop&oacute;sito no deje de ser loable, lo que terminamos haciendo con las clasificaciones posibles de la diversidad, que recordemos significa diferencia, variedad, desemejanza, es etiquetar, discriminar, separarnos cuando, ir&oacute;nicamente, lo que anhelamos mediante la invocaci&oacute;n del concepto y su intr&iacute;nseco abundamiento y enriquecimiento, es unirnos a lo que nos es distinto, que nos incluyan, es reunirnos con &quot;los otros&quot; para sumar, pero primero, no s&eacute; por qu&eacute;, nos desligamos para analizar nuestro valor, el de nuestra discapacidad, como aporte al entramado social para lograrlo. Escribiendo reportajes y entrevistas en cermi.es semanal sobre las personas con discapacidad, desde mi punto de vista de periodista social, de mujer con discapacidad, de persona altamente sensible, me encuentro con frecuencia con una situaci&oacute;n que no deja de sorprenderme y que hace que crezca mi entusiasmo por visibilizarlo -por lo rocambolesco de la escena, lo incongruente, lo ir&oacute;nico- a trav&eacute;s de &quot;mi activismo personal&quot; realizado a trav&eacute;s del periodismo. Me refiero a la petici&oacute;n reiterada de que nos incluyan, a las personas con discapacidad, en todo &aacute;mbito, ampar&aacute;ndonos, como debe ser, en las leyes nacionales y en la jurisprudencia internacional. Pero, al mismo tiempo que pedimos a la sociedad, a las administraciones p&uacute;blicas, a las instituciones, a las empresas privadas y p&uacute;blicas, a los organismos nacionales y supranacionales, que nos incluyan, que se respeten nuestros derechos, recordando con pasi&oacute;n la casi santificada &#39;Convenci&oacute;n de los Derechos de las Personas con Discapacidad&#39;, y que tomen conciencia, que se solidaricen con nuestras necesidades y cumplan nuestras demandas, que derriben barreras f&iacute;sicas y mentales y, en definitiva, que barran sus casas... resulta que la nuestra, con perd&oacute;n a los que opinen distinto, est&aacute; a&uacute;n sin barrer. Me imagino que algunos saben hacia donde apunto. Si yo representara alguna de las entidades u organismos mencionados, y cayera en la cuenta de que las propias personas con discapacidad que intentan sacarme los colores desde la jurisprudencia, la &eacute;tica o la moral discriminan al 60 por ciento de los humanos -humanas, en realidad - que engrosan sus filas, LAS MUJERES CON DISCAPACIDAD, por supuesto, me echar&iacute;a las manos a la cabeza y pensar&iacute;a que est&aacute;n como campanas. &iquest;Estamos c&oacute;mo campanas realmente? Si as&iacute; fuera podr&iacute;amos al menos autocondonarnos por falta de cordura, pero estamos cuerdos y bien cuerdos. De ah&iacute;, la necesidad apremiante y urgente de hacer autocr&iacute;tica personal, pero tambi&eacute;n como grupo aunado, aliado gracias y parad&oacute;jicamente, a una similitud, la discapacidad, que como diversidad defendemos y ponderemos ante el resto... porque a&uacute;n nos falta tanto. Si los c&aacute;lculos no me fallan, hablamos de la exclusi&oacute;n que sufrimos, en todo &aacute;mbito, 444 millones de mujeres con discapacidad. Somos discriminadas y, por tanto se vulneran nuestros derechos humanos, por discapacidad y g&eacute;nero, desde la sociedad, de nuestras casas, pero tambi&eacute;n por g&eacute;nero dentro de nuestro propio movimiento asociativo, que deber&iacute;a defendernos, ponderarnos, volcarse en nuestro auxilio y compartir todos los &aacute;mbitos en los que &quot;ellos&quot; ya est&aacute;n presentes, por caridad, por compa&ntilde;erismo, por lealtad y por congruencia para poder seguir exigiendo lo mismo, con una &uacute;nica voz, sumando 444 millones de voces m&aacute;s. Qu&eacute;dense con esta lacerante, desgarradora, vergonzosa, y dolorosa cifra de 444 millones de personas que sufren, solo por la colisi&oacute;n accidental de su g&eacute;nero y su discapacidad, discriminaciones de todo tipo, en todo &aacute;mbito, sistem&aacute;ticamente, por activa y por pasiva en sus hogares muchas veces, fuera, pero tambi&eacute;n dentro del movimiento asociativo de la discapacidad. Parte de la responsabilidad, tambi&eacute;n quiero admitirlo, tambi&eacute;n recae en nosotras mismas cuando decidimos no salir del hogar, cuando desperdiciamos puestos laborales de envergadura y otras oportunidades de cualquier &iacute;ndole porque, por ejemplo, creemos que nadie, ni nuestras parejas, cuidar&aacute; y educar&aacute; mejor a nuestros hijos y nuestras hijas, al creernos imprescindibles en los entornos dom&eacute;sticos, al dejar que todos escojas y nos dejamos para el final creyendo que es una muestra de amor hacia los dem&aacute;s, en lugar de un desamor propio... y el MIEDO, se&ntilde;ores y se&ntilde;oras, ESE MIEDO QUE ATENAZA y que nos inmoviliza en la zona de comodidad donde el crecimiento es cero, pero cu&aacute;nto miedo tenemos tambi&eacute;n tantas mujeres, en general, no solo con discapacidad, de lucirnos, de demostrarnos sobresalientes, de exponernos a la tela de los juicios del resto, cuando es mucho m&aacute;s f&aacute;cil verterlos. Y es que no estamos separados los unos de las otras, y si no se avanza juntos, nadie avanza. En mi camino, como periodista social, persona con discapacidad psicosocial y dem&aacute;s retah&iacute;la que me conforma, he aprendido dos cosas esenciales, que bien podr&iacute;an trasladarse a la defensa y trascendencia o glorificaci&oacute;n de la diversidad, los derechos humanos y la discapacidad, tres materias que si fueran evaluables, no solo seguir&iacute;an siendo una cuesti&oacute;n pendiente, sino un suspenso global e individual en cada una de ellas. Esto, en mi opini&oacute;n, requiere un examen de conciencia individual y de la consciencia social, a nivel mundial, si supi&eacute;ramos c&oacute;mo hacerlo. Las dos lecciones a que me refer&iacute;a son sencillas, como todo lo esencial: por una parte, que solo se aprende a trav&eacute;s de la diferencia, haci&eacute;ndonos de espejos ser&iacute;a una buena f&oacute;rmula; y, por otra, que lo fundamental se aprende por la experiencia propia, no desde la teor&iacute;a, no desde la raz&oacute;n. Solo puedo aprender lo que est&aacute; fuera de m&iacute; o lo que tengo dentro, pero no s&eacute; que lo tengo porque NO SOY CONSCIENTE de que est&aacute; en m&iacute;. Lo que ya s&eacute; que soy, lo s&eacute;, y puedo entretener en ello todo lo que quiera, pero si me &ldquo;acomodo&rdquo; en lo que es igual a m&iacute;, estoy frenando mi crecimiento, mi aprendizaje, mis posibilidades de enriquecerme personalmente con lo que es distinto a m&iacute;, &ldquo;hurt&aacute;ndome&rdquo;, como dir&iacute;a Luis Cayo. Para m&iacute;, el enriquecimiento que se puede adquirir a trav&eacute;s de la diferencia, de la diversidad, de la discapacidad de las personas, llega con la experiencia real, no le&iacute;da, no comprendida. Y esto lo he vivido personalmente, en el entorno de trabajo, durante los nueve a&ntilde;os que llevo trabajando en la agencia de informaci&oacute;n social Servimedia. La actitud de los compa&ntilde;eros ha ido evolucionando al tratarme, al conocerme. La &uacute;nica comprensi&oacute;n verdadera, que posibilita la integraci&oacute;n completa de cualquier experiencia esencial, se realiza a trav&eacute;s de la experiencia personal, pas&aacute;ndola por el coraz&oacute;n y no solo por la raz&oacute;n, que nos hace ir en c&iacute;rculos. La persona que convive con nosotros, de verdad, a diario puede llegar a conocernos si se lo permite. Y normalmente, una vez que comprueba nuestro valor, nuestro aporte personal, el enriquecimiento y la abundancia que les brinda tratarnos, aceptaros, incluirnos&hellip; logra disipar sus temores, sus dudas, sus prejuicios y no habr&aacute; vuelta atr&aacute;s para no estar, como nos corresponde por la poco conocida y reconocida TRANSVERSALIDAD DE LA DISCAPACIDAD, en todo lugar que a&uacute;n nos es ajeno, y que ocurre por falta de oportunidades, pero tambi&eacute;n de voluntades, de igualdad real, de fe, de excusas sin fundamento... Casi con seguridad, alcen sus voces para defendernos en cualquier debate que discuta esto. Es entonces, cuando el cumplimiento del articulado de la Convenci&oacute;n de la ONU, las leyes y las actitudes para incluirnos, para reconciliarse con lo distinto, se realizar&aacute; de forma natural, fluida, autom&aacute;tica y finalizar&aacute; la ardua tarea de seguir recordando nuestros derechos. &iquest;Tendr&aacute; que pasar mucho tiempo antes de que este sue&ntilde;o JUSTO se manifieste? No lo s&eacute;, pero no podemos dejar de intentarlo. Todav&iacute;a no. Habr&aacute; que desprenderse de las creencias y costumbres actuales, como se ha hecho siempre para evolucionar; cambiar nuestra idea de lo correcto y lo incorrecto; nuestras estructuras, construcciones, modelos y teor&iacute;as; alterar quiz&aacute;s hasta nuestras verdades m&aacute;s profundas para que la nueva idea de quienes somos acelere el cambio... Y tambi&eacute;n mantenerse abiertos y evitar cerrarnos a una nueva verdad porque estemos c&oacute;modos en la antigua. El verdadero cambio empieza al final de nuestra zona de comodidad. Personalmente, el beneficio que me aporta este razonable, pero sentido y CONSCIENTE intento de que &ldquo;el otro&rdquo; se retroalimente con mi propia riqueza, abundancia, de mi diversidad... ya me recompensa, y compensa el esfuerzo de salir de esta zona, y no solo, adem&aacute;s me PERMITE disfrutar mucho m&aacute;s este camino de la solidaridad, hacia la consciencia social, que a ver si despierta.

Ponencia de Beatriz Sancho, periodista social

Ponencia de Concepción Díaz, presidenta de la CNSE y su fundación