Se estima que hay 39 millones de personas ciegas en todo el mundo, y alrededor de 246 millones tienen baja visión, según datos ofrecidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS). De este total de población, casi dos tercios son mujeres residentes en países con ingresos medios-bajos.
La OMS dice que el 80 por ciento de todas las discapacidades visuales se pueden prevenir o eliminar con soluciones relativamente fáciles y de bajo costo. Por ejemplo, las cataratas, que representan más de la mitad de todos los casos de ceguera, por lo general se pueden tratar con una operación de 15 minutos para insertar una lente intraocular que tiene un coste muy bajo. Pero para muchas mujeres ciegas, este coste es sólo una de las barreras existentes para llegar a obtener un diagnóstico y tratamiento.
No hay ninguna razón biológica para el aumento de la prevalencia de la deficiencia visual en las mujeres, según un estudio de la Fundación Seva, organización no gubernamental que ofrece servicios de atención oftálmica en más de 20 países. Pero el acceso a la asistencia sanitaria es sin duda un factor importante.
En muchas culturas y regiones, dentro de las familias y el contexto de las comunidades, las mujeres ciegas y con problemas de visión no se consideran tan importantes como los hombres que reciben servicios. Incluso cuando la cirugía se ofrece de forma gratuita, llegar a las clínicas es un desafío para muchas mujeres con problemas de visión. No reciben información de los servicios disponibles y muchas no saben que su discapacidad es tratable.
La Iniciativa Género y ceguera lanzada en el año 1983 por Iniciativa Global de Investigación en Salud de Canadá, demostró que la utilización de los servicios de atención oftálmica está fuertemente asociada con el estatus socioeconómico de las mujeres y la educación de las mujeres.
De esta manera, el Informe de Género y Ceguera de la Fundación Seva mostró que en el sur de la India la inversión en educación de las mujeres mejoró todos los aspectos de la salud pública, incluyendo el cuidado de los ojos.
Otro elemento que agrava el impacto de los prejuicios de género en el acceso a la asistencia sanitaria, es la discriminación por edad. Más del 80 por ciento de las personas ciegas tienen 50 años o más. Estas discapacidades a menudo aparecen en edades avanzadas, y en muchos contextos se acepta como una parte inevitable del envejecimiento, incluso cuando hay un tratamiento.