El domingo 12 de octubre de 2025, Madrid amaneció con algo más que un encuentro. En las salas del hotel Ilunion, entre risas, timidez y un entusiasmo contagioso, se constituyó el Consejo de Participación de Niñas y Adolescentes con Discapacidad de la Fundación CERMI Mujeres, un órgano pionero que nace para que las más jóvenes con discapacidad tengan voz propia en los asuntos que las afectan.
La creación del Consejo fue el colofón de la primera Escuela de Niñas y Madres con Discapacidad, un espacio de convivencia y aprendizaje celebrado del 10 al 12 de octubre. Durante tres días, un grupo de doce niñas y adolescentes procedentes de distintos puntos de España compartió experiencias con sus madres y algunos hermanos. Participaron en talleres, charlas y actividades que buscaban algo esencial: reconocerse como protagonistas de sus vidas y como parte activa del movimiento por la igualdad.
El encuentro fue también un ejercicio de ciudadanía. Allí, las participantes redactaron una declaración conjunta titulada “La niña que soy, el cambio que lidero”, con motivo del Día Internacional de la Niña. En ella expresaron su alegría por el reconocimiento de los derechos de la infancia con discapacidad en la Constitución Española, pero también su preocupación por la soledad, la violencia o la falta de apoyos que todavía viven muchas niñas. Pidieron que se garantice el derecho a vivir en familia, a recibir apoyos individualizados en la educación, a participar en el ocio y en la cultura, y a ser consultadas y escuchadas siempre.
La Fundación concibió este Consejo como un canal institucionalizado de participación, consulta y representación. Su objetivo es acompañar a las niñas y adolescentes con discapacidad en el ejercicio de sus derechos, pero también escuchar lo que tienen que decir sobre educación, familia, igualdad o inclusión social. En su sesión constitutiva se eligieron los primeros cargos: Aitana Vera Conesa, de Murcia, presidenta; Sara Vallejo Martín, de San Fernando (Cádiz), vicepresidenta; Paula Escalante Iglesia, de León, relatora; y Rocío Castellano la Osa, de Pedro Muñoz (Ciudad Real), secretario.
Desde Generosidad, queremos conocer un poco más a estas jóvenes pioneras que abren paso a un modelo de participación único. Hemos hablado con ellas y nos han contado cómo vivieron esta experiencia y qué sueños las mueven en este nuevo camino.
Paula Escalante, relatora del Consejo
Paula tiene catorce años y una facilidad natural para contar lo que siente. “Ha sido una gran oportunidad para conocernos, compartir nuestras necesidades y sentirnos libres”, recuerda sobre aquellos días en la Escuela. Participó junto a su madre y aún habla con una sonrisa de las conversaciones y los juegos que llenaron el fin de semana. “Por primera vez, cada niña se sentía libre en un ambiente relajado, protegido y acogedor. Se dieron respuesta a nuestras necesidades y nos hicieron sentirnos como en casa.”
Fue elegida relatora del Consejo, la encargada de recoger y transmitir la voz de sus compañeras. “Voy a ocupar este puesto con mucha ilusión y espero poder transmitir la voz de todas las niñas del Consejo”, afirma convencida. Durante la lectura de la declaración, Paula fue una de las voces que pidió mirar de frente una realidad que la conmueve: la de las niñas y adolescentes que viven alejadas de su entorno familiar. “Nos preocupa el alejamiento del ámbito familiar de niñas y adolescentes con discapacidad que viven en instituciones”, subrayó entonces.
Hoy, cuando repasa lo vivido, dice que lo mejor fue encontrar a “gente que me entiende y siente lo mismo que yo”. Su serenidad y claridad de ideas reflejan la madurez de una generación que no quiere esperar a ser adulta para cambiar las cosas.
Rocío Castellano la Osa, secretario
Rocío tiene once años y una imaginación desbordante. Es hermano de Nerea, una joven con discapacidad, y fue elegido secretario del Consejo. “Me parece muy bien que también participemos los hermanos y hermanas, porque así podemos apoyar y transmitir el mensaje a más personas”, nos explica con entusiasmo.
Su pasión por escribir le acompaña desde pequeño. “He hecho dos libros de terror, aunque todavía no los he publicado”, cuenta entre risas, con la espontaneidad de quien disfruta creando historias. En la Escuela, dice, aprendió mucho de sus compañeras y de cómo la accesibilidad o la falta de ella pueden condicionar la vida diaria. “Aprendimos que no todo está pensado para todas las personas. Por ejemplo, Paula tuvo dificultades con la silla para entrar en algunas salas, y eso nos hizo pensar en la importancia de la accesibilidad real.”
Rocío, que se define en masculino, pero conserva su nombre, reflexiona con naturalidad sobre la identidad y el respeto. “Los nombres no tienen género, lo importante es poder expresarse con libertad”, afirma. Cuando se le pregunta si siente responsabilidad por su cargo, sonríe y responde con una madurez inesperada: “Es una sensación de satisfacción porque siento que estoy preparado para esto. Es un nuevo reto y tengo ganas de ayudar.”
Sara Vallejo Martín, vicepresidenta
Sara tiene quince años, estudia Bachillerato y sueña con dedicarse a las matemáticas. Nació con una malformación que derivó en la amputación de una pierna, pero eso no la ha detenido. Surfea, dibuja, lee y, sobre todo, piensa. “Me definiría como una persona tímida, pero responsable. A veces me cuesta entablar conversación, pero tengo las ideas claras”, dice.
Ser elegida vicepresidenta del Consejo ha sido para ella “un gran honor”. “El hecho de que se me confíe la tarea de dar voz y de luchar por los derechos de las niñas y adolescentes con discapacidad me llena de orgullo.” Su prioridad está clara: mejorar la inclusión educativa. “Muchas niñas y adolescentes no disponen de las adaptaciones necesarias para un buen aprendizaje. Son aisladas en las actividades escolares e incluso en las extraescolares, debido a la falta de adaptación y a la visión que tienen sus compañeros sobre la discapacidad.”
Sara insiste en que los cambios reales empiezan por la educación de la sociedad. “Por muchos derechos que se aprueben, será difícil lograr un cambio significativo si nos perciben como personas poco útiles o diferentes.” Lo dice sin dramatismo, con la serenidad de quien observa el mundo desde la razón y la empatía.
Aitana Vera Conesa, presidenta
Aitana, de quince años y natural de Murcia, fue elegida presidenta del Consejo. Su papel consiste en coordinar el trabajo del grupo y representar a las niñas y adolescentes ante la Fundación CERMI Mujeres. Su nombramiento simboliza el liderazgo compartido y la confianza depositada en una generación que empieza a abrir camino.
La mirada adulta: acompañar, escuchar y aprender
Durante la Escuela de Niñas y la sesión constitutiva del Consejo, las participantes contaron con el acompañamiento de Paula González Rullas, técnica de apoyo a la gestión y administración de la Fundación CERMI Mujeres, y de Teresa Lajarín, secretaria general del CERMI Región de Murcia y presidenta de su Comisión de Mujer e Igualdad.
Paula González confiesa que vivió el proceso “expectante e ilusionada por ser parte de este camino y por acompañar a las niñas en su creación”. Lo que más la sorprendió fue que, pese a sus diferentes discapacidades, “coincidían en las mismas necesidades”. También destaca que los hermanos y hermanas que participaron “reclamaban una educación y una vida más fáciles para todos”.
Para ella, la gran lección que deja la Escuela recae sobre el mundo adulto: “Tras haber escuchado sus voces, tenemos la responsabilidad de poner en marcha todo aquello que realmente necesitan”. Habla con conocimiento de causa, también desde su propia experiencia como mujer con discapacidad: “Sé lo difícil que es la accesibilidad en muchos ámbitos, y lo complicado que resulta tener que ser una misma quien luche por un mundo más justo.”
Sobre cómo se generó la confianza en el grupo, explica que “las niñas congeniaron desde el principio”. Las presentaciones iniciales y los espacios de convivencia hicieron que la comunicación fluyera con naturalidad. “Tanto Teresa como yo no tuvimos que realizar mucha labor, ya que desde el principio conectaron muy bien.” En los momentos de duda o timidez, añade, “reformulábamos las preguntas para facilitar la comprensión o dábamos paso a otra niña, sin presionar, respetando siempre los ritmos de cada una”.
De aquella experiencia, Paula se queda con la ilusión compartida y con la esperanza de que este nuevo órgano siga creciendo: “Se pretende que todas las niñas puedan ser escuchadas, que sus demandas se lleven a cabo y sean consideradas, respetadas y valoradas. Espero que este Consejo sea cada vez más conocido y respetado, y que sirva para que las niñas tengan voz y voto en lo que se debata.”
Un Consejo que marca un inicio
El nuevo Consejo se reunirá periódicamente y actuará como órgano consultivo y de representación dentro de la Fundación CERMI Mujeres. Su creación marca un hito en la participación de la infancia con discapacidad en España, no solo por su novedad, sino por lo que significa: que la sociedad empieza a escuchar a las niñas y adolescentes en
De aquel fin de semana quedó más que una foto de grupo o una declaración colectiva. Quedó la certeza de que estas niñas y adolescentes, con su diversidad y su energía, han inaugurado un tiempo nuevo. Un tiempo en el que la infancia con discapacidad ya no espera a que hablen por ella, sino que empieza a hablar, con voz propia, sobre el futuro que quiere construir.