“Si la educación no es inclusiva, no es educación”, afirma Blanca San Segundo, de Down España y Patrona de la Fundación CERMI Mujeres. “Soy una gran defensora de la Convención de la ONU”, continúa esta mujer que ha estudiado en un colegio ordinario, con educación inclusiva, y asegura que “es muy bonito compartir el aula, se comparten muchas cosas: convivencia, valores, compañerismo, amistad…”. Pero entiende que “hay que seguir luchando” para que todas las mujeres y niñas puedan compartir esta educación, y explica que es un trabajo también compartido: “No es solo una tarea de los padres, es de muchos actores, también de profesores, de la sociedad, existe el deber de que no haya prejuicios y estigmas”.
Este V Conversatorio que ha organizado la Fundación CERMI Mujeres en colaboración con la agencia de noticias Servimedia, moderado por José Manuel Gonzalez Huesa, director de la agencia, cuenta con dos voces fundamentales, la de Blanca San Segundo, y la de Sofía Mediavilla, de Autismo España y también Patrona de la Fundación CERMI Mujeres. Ambas hablan en primera persona, con una experiencia distinta pero valiosa para el profundo conocimiento de la realidad que descubre la FCM con estas iniciativas, en esta ocasión sobre el derecho a la educación de las mujeres y niñas con discapacidad.
Para Sofía Mediavilla la etapa escolar fue un duro aprendizaje que culminó con una depresión en su preparación para aprobar la PAU. Tiene 24 años y hace solo cuatro le diagnosticaron un Trastorno del Espectro del Autismo, así que ha pasado prácticamente toda su vida con un diagnóstico erróneo, TDH, que supuso no contar con las ayudas necesarias para sus estudios: “He tenido que esforzarme el doble o el triple que mis compañeros para sacar los estudios porque al no tener un diagnóstico correcto no tenía ayudas ni sabía cómo abordar mi situación”. Apenas tenía vacaciones de verano o Navidad porque necesitaba un refuerzo constante con profesores particulares y ahora, en la universidad, asegura que cuenta con alguna ayuda, como una ampliación de tiempo para realizar los exámenes, pero depende de la buena voluntad de los profesores.
Esta mujer, al igual que Blanca San Segundo, anima a las demás mujeres y niñas a seguir luchando, agradece el papel fundamental de sus padres con el apoyo recibido, pero también reclama más recursos, en primer lugar, una detección más temprana del autismo y otras posibles discapacidades, en segundo lugar, más ayudas oficiales en toda la etapa escolar, primaria, secundaria y universitaria, sin que dependan de la voluntad de profesionales, y en tercero, y de manera contundente, reclama “que se nos oiga”.
Lomloe
Juana Hernandez, consejera Técnica de la Dirección General de Evaluación y Cooperación Territorial, Ministerio de Educación y Formación Profesional, ofrece una serie de datos que demuestran la necesidad de cambios, pues hablan de una mayor exclusión educativa de las mujeres y niñas con discapacidad frente a otras mujeres y frente a los hombres y niños con discapacidad. Afirma que en los últimos años se constata un avance, pero “la velocidad es más bien lenta, pausada, persisten barreras a todos los niveles, por discapacidad, por ser mujer y por la intersección entre género y discapacidad”.
A su juicio, y como reconocen también otras mujeres de este conversatorio, la pandemia agrava estas desigualdades: “El cierre de las escuelas ha acrecentado las desigualdades y tenemos que recuperar la equidad y combatir la brecha digital”.
Sin embargo, asegura que la nueva Ley de Educación, Lomloe, activa cambios profundos en el sistema educativo para lograr más autodeterminación e insiste en un enfoque de igualdad. A continuación, señala las claves para avanzar en educación inclusiva: formación al profesorado y familias sobre la perspectiva de género y así concienciar sobre la situación educativa de las niñas y mujeres con discapacidad; incrementar el nivel educativo y lucha contra el fracaso escolar, para lo que se debe asegurar la accesibilidad universal y los itinerarios formativos, personalizados y flexibles, especialmente para las mujeres con discapacidad en mayor riesgo de exclusión (entorno rural, minoría cultural, inmigrante...); orientación académico/profesional libre de sesgo de género e inclusiva; educar en la prevención del acoso y de la violencia de género y escuchar la voz de las mujeres con discapacidad para promover la competencia de autodeterminación y que sean autónomas y tomen decisiones sobre su propia vida.
Julia López, directora de comunicación, incidencia e investigación de Plan Internacional España, añade además la importancia de incluir la perspectiva de género en la orientación psicosocial y laboral en la escuela, que sigue siendo muy sesgada en cuestión de género, de ahí que denuncia que “faltan muchas mujeres y muchas niñas en determinados sectores de la sociedad, profesionales de valor añadido y de futuro”.
Explica esta experta que “la nueva Ley educativa es una oportunidad de hacer las cosas mejor y esperamos sirva para impulsar la educación de las mujeres y niñas con discapacidad en España”, sin embargo, advierte: “Los cambios legislativos y políticos se tiene que hacer contando con la experiencia y vivencia de todas las niñas” y anima a que también se incluya en los libros de texto a más mujeres referentes a lo largo de la historia, entre otras iniciativas necesarias.
Finalmente recuerda los efectos de la pandemia y la crisis derivada de la misma, que “han puesto en riesgo el acceso a la educación de millones de niños y niñas, especialmente niñas, y se han hecho más evidentes las grietas y desigualdades”. De hecho, asegura que se calcula que es posible que 11 millones de niñas jamás vuelvan a la escuela, no se sabe cuántas con discapacidades y vulnerabilidades”.
Mari Luz Sanz, representante del CERMI en el Consejo Escolar del Estado y presidenta de CERMI Navarra, comenta tajante que “la preponderancia de los hombres es indiscutible, dos de cada tres son hombres en cualquier etapa educativa y eso es muy preocupante... y algo que me cuesta mucho entender”. Señala también la importancia de la formación de los profesionales: “Todavía estamos formando a profesores y profesoras desde una perspectiva muy antigua y esos cambios que vamos a necesitar de metodologías y ver las escuelas de otra manera para que sean más inclusivas son muy importantes”. Explica que, entre otras cosas, “todavía estamos en el periodo de las etiquetas y cuando a uno le etiquetan desde pequeño, es muy difícil ‘desetiquetar’ y a las mujeres las etiquetas les pesan más”.
Expresa cierta esperanza en la nueva Ley de Educación, aunque con algunas precauciones: “Tiene posiciones muy claras de incluir la perspectiva de género, de discapacidad, de igualdad de oportunidades, la educación afectivo sexual, pero ahora hay que ponerlo en marcha…”. Para llegar a buen puerto, afirma, también es necesario contar con las propias niñas y mujeres, las familias y las organizaciones, “tenemos que trabajar mucho más con las familias por esa autodeterminación de las niñas con discapacidad”.
Marina Subirats, socióloga y experta académica sobre la educación de las mujeres, comienza su intervención asegurando que “en las escuelas españolas que conozco la coeducación, la educación de hombres y mujeres, todavía no se ha asumido de una manera consciente y sistemática”. Y explica cuál es el trabajo fundamental de una escuela, sobre todo en las primeras edades, cuando lo importante es descubrir en cada niña y en cada niño qué es aquello propio en lo que tiene ventaja sobre los demás, cuál es su capacidad máxima, porque todas las personas tienen alguna capacidad destacable, y la escuela debe reconocer esa capacidad y estimularla y sobre esta base construir la personalidad de esa criatura, que irá tomando confianza en sí misma.
A su juicio, “el profesorado tiene que aprender a mirar dónde está cometiendo una discriminación inconsciente y por eso es fundamental la formación inicial del profesorado, en esta formación no está esa mirada y hay que introducirla porque las leyes no lo resuelven”.
A lo largo del conversatorio son varias las voces que ponen el acento también en la importancia de la educación afectivosexual y en la especial atención a la adolescencia, una etapa clave en laque se produce el mayor abandono escolar.
Juana Hernandez, por su parte, resume en tres apuntes las últimas cuestiones que considera importantes en el final de este conversatorio: Una nueva ley no soluciona todo, es un primer paso necesario pero no suficiente y esta ley crea unas condiciones para que los centros luego puedan desarrollar determinadas prácticas, que no estén basadas en el voluntarismo; cualquier cambio es sistémico y unos cambios llevan a otros, de ahí la importancia de todos los factores y actores que entran en juego, y finalmente, expresa la importancia de reconocer las capacidades y desterrar la idea “que tanto hemos arrastrado en el mundo de la discapacidad, que ponía la mirada siempre en lo que falta, en el déficit”.