Así lo puso de manifiesto la entidad durante el desarrollo del webinario ‘Me too! Por una vida libre de violencia contra las mujeres’ enmarcado en el ciclo de encuentros ‘No estás sola’, que se ha celebrado coincidiendo con el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, y que está impulsado por CERMI Mujeres con el objetivo de favorecer, durante la pandemia, el acompañamiento y la participación de las mujeres y niñas con discapacidad, así como de las madres y cuidadoras de familiares con discapacidad.
Durante la inauguración, la vicepresidenta de FCM, Ana Peláez, denunció la “invisibilidad” de las mujeres y niñas con discapacidad en las políticas públicas, así como la situación en la que se encuentran. Además, aprovechó para reclamar el acceso a la justicia en igualdad de condiciones, ya que, a su juicio, este es un derecho que “no se puede vulnerar” y que ayudaría a acabar con esta lacra. Así, a través de testimonios en primera persona de mujeres de diferentes grupos de edad se dieron a conocer las situaciones extremas a las que se enfrentan estas mujeres en su día a día.
Precisamente, para denunciar la falta de accesibilidad a la justicia intervino una mujer con sordoceguera, que aseguró haber sido, y seguir siendo, una mujer maltratada por el sistema judicial. Así, contó cómo en los juzgados no había tenido guía-intérprete, algo que le impidió escuchar al juez. “Estoy cansada de que mi vida dependa de la decisión de un juez, de no tener los mismos derechos que los demás en el sistema judicial, de ser invisible ante los jueces y de la indiferencia y desprecio que el sistema judicial tiene hacia mí”, subrayó.
Por otro lado, una mujer de 63 años con discapacidad explicó que ya desde pequeña en su casa lo más normal era escuchar, gritos, juramentos y golpes. “Siempre he tenido muy baja autoestima y cuando encontré una persona que creía que sería la idónea, me infravaloró y sufrí maltrato psicológico”, aseguró. “Tras varios años decidí vivir sola y ahora estoy aprendiendo a quererme”, concluyó.
Posteriormente, una mujer mayor con discapacidad relató que sufrió un ictus a los 50 años, algo que le impidió hablar, caminar, cocinar ni vestirse. “Mi marido tenía que ayudarme, pero no quería, siempre me ha insultado, pegado y nunca me ha ayudado a salir de casa”, manifestó. “Aunque he aprendido a defenderme, no puedo salir por culpa de las escaleras, que él no quiere arreglar”, finalizó.
Con estos y otros testimonios la Fundación CERMI Mujeres quiso dar voz y visibilizar a las principales víctimas de esta lacra y gritó “basta ya”. Asimismo, alertó de que la COVID-19 ha agravado aún más las delicadas situaciones en las que se encuentran miles de mujeres y niñas con discapacidad y ha pedido compromiso político para atenderlas.
Para finalizar, se hizo referencia a la campaña Generosidad que la Fundación CERMI Mujeres ha puesto en marcha para poner en valor el trabajo callado e invisible que hacen miles de mujeres con discapacidad en todo el mundo.