Protagonista
Mónica Rodríguez Varela

"El engranaje de empezar a construir una sociedad más justa ocurrirá cuando se convierta en una lucha que nos atraviese a todas"


Activista sorda, feminista y queer, además de ser Especialista en lengua de signos española. Trabaja en el Centro de Normalización Lingüística de la Lengua de Signos Española (CNLSE) y actualmente es miembro del Consejo de la Confederación Estatal de Personas Sordas.
Mónica Rodríguez Varela, actiivista sorda, feminista, queer, y especialista en lengua de signos española
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Mónica Rodríguez Varela, actiivista sorda, feminista, queer, y especialista en lengua de signos española¿Dónde te has criado?

 

Soy gallega aunque madrileña de adopción desde los dieciséis años, para poder cursar el bachillerato me vi en la necesidad de mudarme a la capital si quería continuar con mis estudios. Durante la etapa obligatoria no contaba con acceso a los contenidos, ni te imaginas la de horas lectivas desaprovechadas observando el techo o la pizarra sin poder seguir al profesorado o al alumnado, generándome diariamente frustración. Me castigaban y reprendían constantemente por ponerme a leer libros relacionados con la materia o no y “no prestar atención”. 

 

No supieron abordar ni hacer frente a las barreras de comunicación, cuando podían haber proporcionado Especialistas sordas/os o bien intérpretes de lengua de signos española, así como apuntes, por lo que en esa primera etapa educativa tuve que dedicarle muchas horas al estudio de forma autónoma con el apoyo de mi familia. Había un desconocimiento brutal, sumado a que en esos momentos no había más opción que la de recibir una educación oralista, aunque ahora, gracias a la Ley 27/2007 por la que se reconocen las lenguas de signos españolas, tenemos derecho a recibir una educación bilingüe intermodal, y ese es un derecho que ha de hacerse real y efectivo cuanto antes.

 

¿Cómo está estructurada tu familia?

 

Soy hija de padres sordos en una familia normoyente que desconoce la lengua de signos. Mi infancia ha estado marcada por un querer y no poder, debido a que tanto las logopedas como el centro educativo donde estudiaba había vetado que mi familia permitiese el aprendizaje de otros idiomas con el absurdo de que aquello desestabilizaría la adquisición de la lengua oral. Gracias a mi padre pude acceder a mi lengua natural, la lengua de signos española, y su apoyo resultó fundamental a la hora de poder mudarme a Madrid y así tener mis primeros contactos con la comunidad sorda y poder acceder libremente tanto a mi lengua natural como a otros idiomas de forma reglada e informal.

 

Deberíamos poder elegir ser bilingües o multilingües sin que se nos limite nuestro desarrollo académico y personal. Me apasiona el aprendizaje de idiomas, y hoy en día domino tanto dos lenguas signadas como el castellano, gallego e inglés, además de chapurrear otras lenguas. No puedo dejar de señalar que hoy en día perviven muchos perjuicios, así como torpeza institucional respecto a la educación de las personas sordas.

 

¿Como fue el proceso de darte cuenta/asumir o contarle a tu familia sobre tu orientación sexual?

 

Aprovecho la menor oportunidad para presumir de la anécdota de, con alrededor de cinco años, contarle a mi padre que me sentía atraída por las mujeres pese a las convenciones sociales. Por supuesto, en aquellos momentos no le dio importancia alguna, y no lo “oficialicé” hasta bien entrada la adolescencia, cuando se afianzó tanto mi identidad sorda como lesbiana. 

 

Desde mis primeros recuerdos he sorteado los roles de género, por lo que he estado en los márgenes de la heteronormatividad desde muy pequeña y de alguna forma ello ha hecho que se naturalicen algunos procesos. Además, cabe resaltar que dentro de la comunidad sorda existen varias y varios referentes visibles, y ello ha sido importantísimo a la hora de normalizar. El rechazo que he podido recibir ha sido en su gran mayoría fuera de la comunidad sorda.

 

¿Piensas que ser una persona sorda con una orientación fuera del mandato social de estructuras heteropatriarcales te ha empujado al activismo?

 

Formar parte del movimiento asociativo de personas sordas, compartiendo y aprendiendo junto a iguales, ha permitido que crezca lo indecible como persona. En una sociedad donde la “rehabilitación” logopédica asfixia se conduce a una perspectiva muy negativa de la sordera y de la lengua de signos, ya que se invita a la participación siempre que se acate la oferta normoyente. 

 

Precisamente el que se nos infravalore desde una mirada audista resulta condicionante, y se debería reflexionar sobre la historia, lengua y cultura de las personas sordas, y tomar conciencia sobre quienes hemos construido una identidad propia frente a definiciones externas. Que mi orientación sexual quede relegada a un segundo plano no significa que le reste importancia, la lesbofobia unida a la misoginia es una asignatura pendiente que hemos de erradicar en todos los ámbitos.

 

La activista lesbiana feminista Audre Lorde dice “tu silencio no te salvará”. Son pocas las personas sordas que no sientan en su cotidianeidad la necesidad de tener que defenderse ante la extrañeza y el desconocimiento. Al organizarnos a través de nuestro movimiento asociativo de personas sordas no sólo se ha constatado que la defensa de nuestros derechos se hace más efectiva, también se educa respecto a la diversidad rica y aglutinante que nos caracteriza, e incluso existe un orgullo transmitido de generación a generación. Al abogar por la felicidad y la libertad de elección abordando cualquier tema desde una perspectiva transversal e interseccional, teniendo muy presente el movimiento feminista y LTGBIA-queer, me siento muy identificada y representada, de ahí nace mi implicación incondicional. 

 

¿En el presente, cuál es tu sueño para ti y para las que vengan después de ti?

 

Que nos pongamos todas y todos de acuerdo para alcanzar una educación inclusiva, una educación que genere más libertad, justicia y felicidad, y que no nos haga perder humanidad. La privación de la lengua de signos ha sido tanto para mí como para tantas otras personas sordas un gran lastre en muchos sentidos. Como indica acertadamente María Luz Esteban, muchas personas sordas “no nos reconocemos en la historia única del monolingüismo oral”  y es urgente renegar de instituciones y entidades que repudian la lengua de signos y perpetúan una mirada patológica y arcaica.

 

Mónica, nos gustaría darte un espacio para que me cuentes libremente tus pretensiones sociales desde tu activismo personal.

 

Considero importante recordar a la sociedad que se hace necesario el cuestionarse privilegios, con el objeto de identificar ese capaticismo que tenemos interiorizado respecto a diversos temas y hacer un ejercicio de conciencia responsable. En este aspecto intento aportar perspectiva sorda en distintos movimientos sociales en los que participo. El engranaje de empezar a construir una sociedad más justa ocurrirá cuando se convierta en una lucha que nos atraviese a todas. 

 

Dentro de la propia comunidad sorda, me he involucrado principalmente en el movimiento asociativo juvenil, priorizando junto a otras compañeras y compañeros la creación de espacios de participación propios a través de encuentros de diversa índole a nivel estatal, muy necesarios al ser de los pocos espacios donde la juventud sorda puede sentirse segura entre iguales y libre de prejuicios.

 

Una de las experiencias más enriquecedoras a nivel personal ha sido poder formar parte de la Comisión de Juventud Sorda de la CNSE, entidad de marcado carácter político y asociativo, así como actualmente del Consejo de la CNSE, a través del cual he podido formar parte de la organización del primer foro de la mujer sorda a nivel europeo, así como en la creación de diversos órganos que reivindican la representatividad de las propias personas sordas. 

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